sábado, 28 de enero de 2012

Día 4

Puedo hacerte lo vulgar de tantas formas y en tantos lugares. Aparentar que te devuelvo los besos cuando me muero del asco o envolverte en un líquido suave y caliente. Que ser de esta manera, plácidamente despiadada, no me cuesta nada. El valor brilla como una joya falsa y tanta lujuria solo es una pose, un gesto, el prototipo. Hablan del éxtasis de la realidad y lo comparan con que el frío te toque la piel fina de las ingles, con una bofetada inaceptable o la cómoda posición del sumiso, de la víctima que saca las lágrimas de sus ojos por el talento fácil de la costumbre. Puedo regalarte lo vulgar si es lo que quieres y decir que los delfines son animales preciosos y hacer de las supersticiones otro código de conducta que parezca original. Puedo entregarme a tus brazos obviamente, con vocación de herramienta mecánica, perfecta a tus propósitos y a tus hábitos de consumo. Puedo explicarte mis gustos como quien lee de corrido la lista de la compra y que los creas y los almacenes en tu engañoso disco duro para que quizá en algún inevitable e improbable futuro cotidiano juegues a la plenitud de conocerme. Algo en mí se ríe sabiéndonos tan necios. Las miserias a las que tememos son escenarios tan pulcramente pensados, tan equilibradamente construidos para seducir, para desestabilizar, que a veces el mundo se me hace una ruina de siglos, un pretexto, un prólogo con que excusar la normalidad. La madurez es la comedia del enredo y por momentos invadimos tantos personajes con sus ropas, tantas compilaciones de papeles y de libros. La funcionalidad de estas palabras no debería ser acompasar tu ritmo cardiaco a ninguna música conocida y aún así hay tantos sitios que no conozco y que me intrigan, tantos que cosquillean mi curiosidad, mi flaqueza. Es mezquino darte de lo que me sobra, de lo que fabrico con destreza experta. Darte quizá el abandono de mi jaula como quien al abrir la boca lloviera los desconocidos versos del mundo y solo son palabras repetidas demasiadas veces, demasiado continuo su sonido como para percatarse de su incesante proceder ensordecedor. Que de ti lo que quiero sea el mismo perro y los idénticos silbatos que le mueven es también un problema repetido. Yo no estoy en el libro que te mece cada noche, no voy a darte lo trivial en el primer emplazamiento adecuado para ello, no. Mis pretensiones no son las de dioses inventados. Conozco ese tipo de transacciones y es posible que aunque embaucadoramente certeras en sus resultados no desplieguen nunca la identidad de las respuestas. Así que pudiendo, no voy a darte lo vulgar o el despojo practicable del sexo vacuo. No voy a darte aún el instante del orgasmo o la sustancia de la que dependes. No te trataré como al animal que se redunda sino que quiero hacer de ti mi vaso comunicante.

n.m.



viernes, 27 de enero de 2012

Día 3

La ciudad del comienzo tiene un minibar lleno de botellas vacías y cáscaras secas de naranja. Se dice que el aire comprimido es una masa tan pesada como las historias de gatos en los inviernos cálidos. Hay algo parecido a la caída libre en la posibilidad de domicilio itinerante, en quien refugia sus pies fríos entre el pelo de las ardillas de Hyde Park, luego querrías llevártelas a casa pero ya tarde, en la cama, cuando las mandíbulas rozan las palabras por inercia es probable que muerdan las orillas de los muebles o la arquitectura líquida de las sombras. Decía que la ciudad del comienzo contiene al serrucho y al escombro como quien sostiene una antorcha o bebe té aproximándose al protocolo oportuno a la hora correcta en que se detienen los relojes, así escondidos. Es probable que no haya sitio para los poemas intimistas o para las razones de convertirse en esa herida, en esa valiente herida que se muestra y dice puta y dice todas las demás palabras malsonantes, una tras otra, y después siempre hay quien las celebra y aplaude como si nunca hubiera visto a un pájaro cagar una solapa y únicamente esa mujer poeta, chincheta brillante. Es difícil caminar en dirección opuesta y decidir no encontrarse en un espejo de teclas que no suenan demasiado melódicas y es cierto, estás en lo cierto, la ciudad del comienzo lleva la niebla en los bolsillos como quien lleva caramelos que echarse de vez en cuando a la boca o alimentarse de las libélulas que zumban en Madrid, añorando un río grande donde nunca aparecerá el hombre civilizado. Y ya lo he hecho, eso de nombrarte que es como nombrar mi nombre en Normandía, no más de una o tres veces al día, y aparecer plagada de señuelos. Quería hablar de la ciudad del comienzo y decir que es una planta a media tarde, un centauro, una estilográfica, las cuarenta y ocho horas de un abrazo o el camerino donde siempre disfrazados se anudan muestras de cariño a la conciencia, pero aparece este pequeño planeta constantemente persistente, violento y tornasolado, con esta alarma de espanto subiéndome los humos. Llegados a este punto la ciudad del comienzo se disipa como la prórroga de un acantilado y luego queda, tan solo, acurrucarse en sus trágicos atisbos de esperanza o recordar llorar de vez en cuando ante un plato de carne.

n.m.

domingo, 15 de enero de 2012

Día 2

De haber estado alguna vez en una montaña de niebla ahora no sospecharía que el aire no es del todo saludable. Hago malabarismos con el no entender y la realidad como si fueran la misma pelota que se repite en las manos según se mueven solas, por la inercia aprendida. No entender, no entender, no entender... hasta que la palabra queda sin su significado, huérfana de hambre y de alimento. A veces el silencio es como decir levemente que quiero volver a estar entre las sábanas que abren tu terraza, tu terraza grande por la mañana cuando las preguntas y el mundo aún tienen demasiado sueño y no nos aniquilan con su fuerza de perro de presa. No me resulta verosímil el buen trato, la compañía hospitalaria, el alunizaje de tus besos. La costumbre es un sicario que hace muy despacio su trabajo. Algo me dice que si espero un poco más volveran las hebras de cardo a enredarse entre los dientes.

n.m.


domingo, 8 de enero de 2012

Día 1

Encontrar el hilo de mi madeja tras los golpes acompasados. La secuencia entre la fuerza y la templanza. Ese sueño esquivo y juguetón. Los pasos taconeados de la ilusión turista. Vuelta a los barcos de humo. Quien toca las cuerdas juega con la marioneta.

n.m.




sábado, 7 de enero de 2012

La trampa capicua

Para vivir un año es necesario
morirse muchas veces mucho
Ángel González


La nostalgia métrica que por pura inercia. Las fiestas patronales de los martes. Reencontrar los grupos crecidos y criados. La pecera. La fallecida manbread's daugther. Coordina como puedas. Conocer a la niebla marinera en pleno centro de Madrid y abrazarla. Nace una estrella (del rock). Despropósito en la habitación 523. Ilusa ilusión de invasores alienígenas. Caperucita en Malatesta. Paseos en motoso por Madrid. Cigarros en la cocina marcando el verso. Psicomaga ríe en la habitación de al lado. Haciendo de anfitriona llegan todas las demás y es el comienzo. La flaca avisa: verás la bala en su cabeza. Pío pinta. Nada que no pueda soportar. Enreversados. Todas las camisas que puede llevar puestas un miércoles cualquiera. Taxis que llevan al desnudo ecléctico, además la lluvia y las patitas de metal. La Lou y Syl, mucho más que dos. Inaugura subida al tacón. LVRed. Los lobos no se lloran, nos graban en la memoria. Desayunar un perrito en el Nebraska, una lámina de "No pasarán", un cachorro de velocirraptor. Dos golpes de un plumazo y por sorpresa. Aguanieve en los tanatorios de la periferia. Sin tregua como si todo lo que empieza fuera a estallar tarde o temprano. Fotógrafa final. Tus gafas, tu gorra, tu sonrisa, toda esa congoja y el último abrazo en la calle Libertad. El diluvio que te lloramos cuando te llevó a la ciudad definitiva. Y luego un sol irónico como si nos mandaras un guiño, una última postal de ti, los tuyos. Despedida y cierre. Recordarte ya todos los días como si no. Como si más cerca. Incluso. Aún. Alfileres en los nísperos. Sacar los pies de la pecera. Y menos mal que llega Positiva a salvarme. Expo erotico-voltáica. Mendigar cañas como poeta loco. Alberto Pérez  si bu dí bu da bada ba dá bada baa pitu pi turru cum. Segunda presentación y homenaje, renegada. 15M oteando en el meollo. El órdago de la flaca. Susto. Diagnóstico: mandarina cerebral. Hospital segundo domicilio. Incertidumbre. Madrid despierta sin que algunos puedan verlo. Escapar de noche tras la hora de visita al grito de silencio. Gintonics con el Ruso. Ritos fraternos con zapatos a juego. Miedo a la orfandad adulta y a la lluvia que todo se lo lleva. Cirugía de nubes y claros. El sol siempre es la esperanza. Y ya es junio recuperándose lentamente. Poetrastos en papel. Un banco frente a una iglesia, los tres sentados, los chupachups. Las amigas que ponen todo de su parte para que estés espectacular partiendo de nada de donde sacar. El bodorrio pardo. Ser tía en enero. Con una pájara linda en una azotea con piscina y soñar en voz alta a los tejados. Todo es lento. Arte postal. Los vidrios del cadalso, la primera vez como cristales que suenan colgados en la playa. La segunda vez y sus pompas, sus aullidos, su quemar lento siete veces arriba, sus granos de café en los jardines de palacio. Cogollitos en Los Austrias. Cine en Casalac. Clamores de poetrastos. Inicios de crítica feroz. Desviar todas las rotondas. Cumpleaños de superhéroes: las conchas, las capas, las risas, las pistolas, los abrazos, los duelos, el agua. Abrazárboles en el Jardín Botánico. Paseos y sesiones de fotos. Asambleas y manifestaciones. Correr delante de los de azul. Las agallas. Las rutas puerta a puerta. Último reducto montero donde refugiarse. El mural y casasueños. La Ruvia, la pelirroja y la entreverá. La ansiedad, los llantos, los cambios repentinos de personalidad. El constante pulular entre la realidad y la demencia. Moléstenla solo para darle de comer. Comidas de marqueses con Pepe. El Inverso su gente y la chica del un, dos, tres. Gafapastas. La tienda de cuentos infantiles. Trabajar para el lado oscuro. Besos this is the end, darte una canción como un libro, una palabra, una guerrilla... como si diera el amor. Manifestarse no por casualidad. Caer en la cuenta que quizá fuiste tú durante tanto tiempo y se pasó, se nos pasó. Perfilar "Para enfrentar batallas que me alejen". Miércolesdecine. Los salones de té. Viaje de vinilos, delicatessen, pasear el otoño por donde los castillos y los toros, las fotografías, la catana, arco y flechas, musgo, quereres de animales de chimenea. Poeta invitada. Los gineceos. Las tertulias a tres. Reconciliarme con la habitación 523. Inerte de Dardem. Las vistillas desde una demente ventana. Y volver siempre donde los lobos aúllan a recuperarse, a languidecerse de puros juncos que se doblan sin romperse. Peligroso asomarse al interior del templo del gato. Amanecer en "La habitación de las mujeres". Fumando a medias con Cifuentes, Terán y Rosenthal. Chocolatada de invierno. Showroom de In-puntadas y ponerme todos los sombreros. Tu invitación a Londres y zapatos rojos para terminar el año.



n.m.